El Ferrocarril Transiberiano. Viajes en tren por Rusia, Mongolia y China
Mythical Journeys presenta el Ferrocarril Transiberiano, una de las lineas ferroviarias mas largas del mundo, la cual atraviesa un tercio del planeta. Recorre mas de 9000 kilómetros por Europa y Asia, desde Moscú a Pekín atravesando las vastas llanuras de Siberia, el desierto de Gobi y la Gran Muralla China. Espero que os guste!
Vídeo 1. El Transiberiano - Tren nº16 "Ural"
Vídeo 1. El Transiberiano - Tren nº16 "Ural"
Vídeo 2. El Transiberiano - Tren nº10 "Baikal"
Video 3. El Transiberiano - El tren 362 hacia Ulan Bator
Entrada realizada por José Ángel Esquinas
PRESENTA
InterRail, una forma diferente de descubrir Europa
La historia de esta legendaria forma de viajar por Europa se remonta a 1972, coincidiendo con el 50º aniversario de la Unión Internacional de Ferrocarriles. El billete daba la posibilidad a los jóvenes menores de 21 años de viajar por el Viejo Continente con total libertad durante un periodo no superior a un mes por los países europeos que formasen parte de la ' Comunidad del InterRail. El billete da derecho a coger tantos trenes al día como se necesite según se especifique en el tipo de billete comprado (ver tablas).
Con el paso del tiempo se ha suprimido el límite de edad y los países por los que se puede viajar han aumentado.
Las particularidades de esta forma de viajar se identifican con un tipo de usuario alejado del turismo convencional, dando rienda suelta a la improvisación y a la aventura. Por ello, es un viaje muy recomendable para “mochileros”.
Hay una serie de requisitos indispensables para poder embarcarse en esta experiencia de viaje única: el más importante de ellos es ser residente en alguno de los países que participan en la oferta, lo que conlleva, por extraño que pueda parecer, el billete no es valido en el país de residencia del viajero, aunque ofrece un descuento del 35% para llegar a la frontera.
A partir del 1 de abril, el grupo Eurail, nuevo dueño del InterRail, elimina las zonas del billete del InterRail y lo une con el billete EuroDominó. Además, crea unos nuevos pases por países, con diferentes precios según el país de destino y la duración del viaje.
El billete del InterRail acoge diferentes modalidades, clasificándose atendiendo a diversos criterios, como el tiempo de duración del billete, las zonas que atraviesa, la clase en que se viaja o la edad del viajero. En la actualidad, se ha pretendido simplificar todas las anteriores formas de venta del billete y se ha reducido los filtros o barreras que clasifican al viajero de la siguiente manera: por un lado, el precio del billete variará según su edad (Juvenil, Adulto, Adulto Mayor o Niño), la duración del viaje, la clase en la que se viaje y, en su caso, las zonas ahora dan paso a la posibilidad de visitar los paises de manera individualizada con el One Country Pass.
Juvenil: para menores de 26 años, sin incluir los 26, es decir, para viajeros menores de 26 años en su primer día de viaje.
Adulto: 26 años o mayor.
Adulto Mayor: 60 años o mayor.
Niños: los niños de 4 años e inclusive hasta 11 años (en su primer día de viaje) obtienen un 50% de descuento sobre la tarifa para adultos. Los niños menores de 4 años (en su primer día de viaje) viajan gratis, no necesitan un pase.
Para los que no les gustan las esperas o no quieren pasar mucho tiempo en el tren, es posible pagar un pequeño suplemento en algunos países, teniendo acceso a trenes de Alta Velocidad.
Seguimos con el Interrail.......
Naza, estudiante en la URJC de Fuenlabrada, nos cuenta su experiencia mochilera en el InterRail
La experiencia de recorrerse media Europa en quince días es algo que se debería probarse alguna vez en la vida. Sin tener aún mis 18 años, me subí en Chamartín en un tren rumbo a París donde comenzar mi camino. Un viaje de Interrail implica improvisación, sorpresa, ganas y sobretodo mucho andar.
París no era una desconocida para mí, pero volver a visitarla por mi cuenta y sin planificación enriquecía mucho la propuesta. Es una ciudad única, como tantas otras, pero que debe visitarse. Lo peor, el albergue juvenil cuyo ambiente escatológico había sido premiado como mejor youth hostel el año anterior. Louvre, Torre Eiffel, Campos Eliseos, Mont Martre, etc... y de ahí a Bruselas.
La capital de Bélgica tampoco despertaba mucha curiosidad, salvando los palacios, el Atomium, y su pequeño "Maneken pis". Eso sí, aproveché para agenciarme un buen surtido de chocolate belga, ese al que algunos atrevidos ponen por delante del suizo.
Seis horas de tren y mil trasbordos laberínticos me llevaron a Amsterdam. Como no podía ser de otra forma, la lluvía me recibía al salir de la estación. En la ciudad del 'Todo vale' pasé dos noches, una de las cuales aproveché para unirme a un grupo de españoles de mi edad y conocer la vida nocturna de la ciudad. Allí me percaté de la existencia de los Free Tours, a los que después recurrí en Berlín y Múnich. Coincidió mi visita a Amsterdam con el día del Orgullo Gay en Holanda y fue divertido ver que la cabalgata era por los canales y en barcos.
Haciendo noche en el tren llegué a Berlín. La capital teutona fue una de las ciudades que más me encandiló. El Free Tour de allí fue una auténtica maravilla y pude descubrir cientos de relatos e historias sobre una urbe que lo ha vivido todo. Aún se nota la diferencia entre Berlín Este y Berlín Oeste. La isla de los museos, por su parte, ofrece un atractivo cultural importante, en especial el Museo de Pérgamo, que tiene la ciudad griega metida dentro.En el albergue coincidí en la habitación con tres suecos con los que pude hablar brevemente de fútbol con solo pronunciar Larsson, Ibrahimovic y Helsinborg.
De nuevo noche en un tren y llegada a Múnich. La ciudad de Baviera, en especial su casco antiguo, es la esencia de Alemania. Lástima no haber aguantado allí un par de meses para vivir la Oktoberfest.
Desde el sur de Alemania bajé a su vecina Suiza. Me sorprendió que, al llegar a Berna a las 9 de la noche, la ciudad ya había cerrado y apenas había locales abiertos. Después de maravillarme con Berna me acerqué en tren a ver Lucerna, una auténtica ciudad de cuento con un lago de agua cristalina. Lucerna fue una de las ciudades que más me impresionaron, a pesar de ser muy pequeña. Al día siguiente tocaba visitar Zurich, que no decepcionó en absoluto. Desde allí tomé un tren hasta los Alpes, a visitar Murren, un pequeño pueblo que cuelga en el lateral de una impresionante garganta. Allí alquilé una bici para recorrer la zona.
Tocaba regresar y de Berna bajar a Barcelona. Pero en Ginebra, donde debía hacer trasbordo, el tren estuvo parado tres horas. Cuando llegué a Lyon para coger el tren de regreso a España, ya había pasado y con ello había perdido mi reserva en el albergue de Barcelona, por lo que no podría hacer noche allí. En la estación de Lyon me consiguieron un billete que subía hasta el centro de Francia y luego volvía a bajar hasta la frontera. Así conseguí pasar la noche en el tren. Al llegar a Barcelona, apenas tenía seis horas para ver todo, así que tomé un bus turístico y me dejé llevar. A las siete de la tarde fui a Sans y cogí el tren de vuelta a Madrid. Amanecí en la estación de Chamartín, el punto de origen de mi viaje, que había comenzado dos semanas atrás.
Entrada realizada por Ignacio Heras